viernes, 16 de octubre de 2009

ñoño lindo.

II

Ahora, me parece que eso pasó hace mucho tiempo; pero pasó hace dos días y al poco rato de oscurecer. No sé si ella, a quien amo, le habrán pasado momentos parecidos, y esto precisamente, era lo que más me desesperaba en aquellos momentos. Yo estaba solo y en mi casa; ella estaba lejísimos y no sé si estaría en su casa. Los dos estamos en plena enfermedad de amarnos; hace dos días mi enfermedad recrudeció de pronto y tuve un ataque tan agudo como si me fuera a morir. En ese ataque me parecía que la vida se me salía del cuerpo para que ella la tomara en sus manos; pero ella estaba lejísimos y no sabía, y no sé si presentiría lo que a mi me pasaba. Yo, en el ataque, quería saber si ella me amaría tanto, y si habría tenido en momentos que yo no supiera ataques parecidos. Entonces , me golpeaba la cabeza con la punta de los dedos y me preguntaba: ¡¿”Qué cosa sentirá ella en esta misma cosa”?!

III

Ahora podré acomodar tranquilamente el mayor número de detalles; pero hace dos días y al poco rato de oscurecer, yo andaba entre las paredes de esta pieza y creía que con un solo detalle tendría que ser tan justo, tan verdadero, tan igual, que ahora, pensándolo despacio, me parece monstruoso. En aquel momento pensaba que si ella, a quien amo, viera y sintiera cómo era el color verde de estas paredes estaría todo arreglado; pero yo no podía darme cuenta de la cantidad de cosas que en mi desesperación, me hacían ver este color verde así. Además el color verde era lo que más veía, pero no lo veía con una impresión definitiva de la visión: recuerdo que cuando quise concretarlo, elegí para concretar otra cosa, y entonces pensaba: haré un rayoncito en la mitad de un papel y luego le diré: “¿Ves este rayoncito? Cuando lo hice te amaba espantosamente”. Pero enseguida me chocó que el rayoncito fuera en la mitad del papel, porque me imaginé ese papel en un cuadro con marco y vidrio. Yo sentía que todo eso se me iría y yo no lo podía concretar, como que tenía mucho tiempo y lo desperdiciaba con mi imprecisión. Pero ocurría otra cosa, y era que la condición de ese estado de espíritu, casi implicaba no poder concretar de él otra cosa, que lo que después sería recuerdo; y por eso me golpeaba la cabeza con la punta de los dedos y pensaba: “¡¿Qué cosa sentirá ella en esta misma cosa!?”

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"Hace dos días" Felisberto Hernández.

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